Estimados amigos: 

Conmemorar los 25 años de la Academia Nacional de Ciencias lleva necesariamente a celebrar la ciencia y a reiterar la importancia central que esta juega para el desarrollo. Los resultados de numerosos estudios, foros, y declaraciones internacionales, ponen en evidencia la centralidad de la ciencia, la tecnología y la innovación para una transición exitosa de las sociedades a un futuro más sustentable, de mayor prosperidad y menor desigualdad.

La ciencia juega por lo tanto un papel decisivo en el logro de los objetivos 2030 para el Desarrollo Sostenible. Su poder de transformación debe orientarse hacia el bienestar de las personas más vulnerables y desfavorecidas.

Esta centralidad de la ciencia permea todo el desarrollo social. Ya no hablamos únicamente de aplicarla, de convertirla en vehículo de innovación, de incorporarla al conjunto del proceso productivo, de mejorar la competitividad. En realidad, los retos que enfrenta la sociedad contemporánea exigen que la toma de decisiones sea informada y se sustente en hechos probados.

Una nueva ciudadanía exige formación científica. Los objetivos del desarrollo sostenible abarcan lo ambiental, lo productivo, retos económicos y sociales donde deben tomarse importantes decisiones basadas en evidencia, a partir del conocimiento disponible. La formación científica es una exigencia que debe permitirnos enfrentar, por ejemplo, los retos del cambio climático, de la emergencia de nuevas enfermedades, de la pobreza, de la desnutrición, de la distribución de la riqueza.

Por ello, creo indispensable el desarrollo de una nueva interfaz entre la toma de decisiones políticas, la ciencia y la sociedad. Requerimos un nuevo diálogo entre los objetivos del desarrollo sostenible y las políticas nacionales en ciencia, tecnología e innovación.

Desde hace mucho tiempo se han desarrollado estos mecanismos de interfaz, en los que los gobiernos llaman a los mejores científicos para involucrarlos en la definición de políticas públicas. Uno de estos mecanismos, con más de 400 años de antigüedad, son las sociedades científicas y las academias de ciencias. De la iniciativa de Cesi, en Roma, en 1600, con la Accademia dei Lincei, a la Académie Parisienne de Marin Mersenne en 1635, a la Royal Society de Londres de 1660 y la Academia de Ciencias de Colbert en Francia en 1666, todas se organizaron en torno a líderes científicos y pensadores, que se reunían a discutir, intercambiar ideas y conocimientos. Inicialmente lo hacían en cónclaves cerrados, pero posteriormente las cartas entre sus miembros fueron un vehículo importante de discusión y de difusión de conocimientos.

Esta actividad ocurría en un ámbito privado, hasta que, en 1665, una idea genial de Oldemburg, un alemán radicado en Londres, cambió de raíz la naturaleza del proceso, haciéndolo público. Ese año inicia la publicación, ininterrumpida hasta ahora, de la primera revista científica de la historia, la “Philosophical Transactions de la Royal Society. Oldemburg descubre el tesoro que significa la correspondencia entre miembros de las comunidades científicas y decide publicarlas, dándoles un formato revolucionario, que garantiza la calidad de lo comunicado. Con el tiempo, las Academias de Ciencias se convierten en referencia ciudadana, política, cultural y empresarial.

Hoy celebramos los 25 años de la Academia Nacional de Ciencias de Costa Rica, continuadora en nuestro país de esta larga tradición. En esta celebración, se rinde homenaje a dos ilustres costarricenses que sentaron las bases para hacer posible la creación y el desarrollo de nuestra Academia Nacional de Ciencias. Al Dr. Rodrigo Zeledón, creador e impulsor del Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit) y luego del Ministerio de Ciencia y Tecnología; y al Dr. Orlando Morales, de quien vino la iniciativa de llamar a un grupo de científicos para fundar la Academia Nacional de Ciencias.

Esta Academia, fiel a su espíritu, se ha integrado a redes y asociaciones internacionales, ampliando su alcance y reforzando sus programas. Hoy nos acompañan representantes de academias de ciencias de Brasil, Canadá, Chile y Nicaragua -a quienes damos la bienvenida-, academias integrantes de la Red Interamericana de Academias de Ciencias (IANAS), de la cual la Academia de Costa Rica también es parte. También es miembro del International Council for Science (ICSU) y de importantes organizaciones científicas internacionales. Otros con más propiedad podrán presentar una lista más completa de estas colaboraciones.

La Academia Nacional de Ciencias, fiel a la tradición y a sus principios fundacionales de promover la investigación científica y el desarrollo tecnológico del país, de fomentar la difusión y el intercambio de información y material científico y tecnológico, de constituir un foro multidisciplinario de discusión científica permanente, de colaborar al mejoramiento de los recursos humanos dedicados a la investigación científica y velar por la calidad de las actividades científicas y el cumplimiento de principios éticos en su realización, de desarrollar programas de análisis de las políticas públicas de investigación, de divulgación científica, sobre todo entre jóvenes y en comunidades rurales, de fomento de vocaciones científicas, de difusión de la investigación científica nacional e internacional, y también mantiene una red de talento científico costarricense en el extranjero, la Red Ticotal, que pone en relación varios cientos de costarricenses radicados en el exterior que intercambian entre ellos y con sus homólogos en el país, y son fuente de contacto para empresas costarricenses en sus actividades de promoción en el exterior.

La Academia Nacional de Ciencias, con el apoyo de IANAS, de la Academia Mexicana de Ciencias y del Programa “Las manos en la masa” de la Academia de Ciencias de Francia, ha promocionado la adopción de estrategias de aprendizaje de las ciencias por medio de la indagación. El programa ha sentado las bases de una importante reflexión en el Ministerio de Educación Pública y ha llevado a replantear las estrategias de formación en ciencias.

También, la Academia Nacional de Ciencias, por medio de una unidad técnica independiente, el NIC-Costa Rica, maneja el dominio superior de la internet en Costa Rica, y opera, con gran éxito, un Punto Neutro de Intercambio de Tráfico (IXP por sus siglas en inglés), que permite que las redes locales intercambien tráfico de manera eficiente en un punto común localizado en el país, sin necesidad de intercambiar tráfico en el exterior. Esta unidad también coordina un Consejo Consultivo de Internet, con participación institucional, pública y privada para el análisis y discusión de políticas de desarrollo de redes en el país.

El Gobierno, por medio del Ministerio de Ciencia Tecnología y Telecomunicaciones brinda una (modesta) dotación financiera a la Academia Nacional de Ciencias, pero es el aporte personal de sus miembros, con su dedicación y compromiso lo que constituye su capital más importante. Su trabajo no es remunerado económicamente, solo lo es por la satisfacción del deber cumplido con la patria y lo han hecho con altura, desprendimiento y dedicación. Que sea esta celebración la ocasión propicia para que el Estado les reconozca su labor y agradezca sus logros. 

Estimados amigos:

El biólogo evolucionista inglés Richard Dawkins, gran divulgador de la ciencia y polemista, en su libro “Destejiendo el arcoiris” refuta el lamento del poeta inglés Keats en cuanto a que Newton, al explicar con principios de la física los colores del arcoiris, le había robado a este su poesía. Dawkins argumenta que, por el contrario, muchas veces la explicación científica puede aportar grandes dosis de asombro y de maravilla.

Muchas veces, los misterios o enigmas de la naturaleza no pierden su encanto al ser explicados por la ciencia. La explicación es a veces más bella que el misterio original, y al resolverlo, pueden surgir nuevos retos y enigmas inspiradores de una poesía trascendente.

Hoy, al celebrar este primer cuarto de siglo de vida de la joven Academia Nacional de Ciencias, agradecemos a los científicos costarricenses que, con su trabajo, además de contribuir al desarrollo, competitividad, innovación, imagen y perfeccionamiento de nuestro país, le añaden una dosis de poesía que contribuye a nuestro asombro y deleite.

Muchas gracias, y de nuevo, muchas felicidades.